lunes, 21 de febrero de 2011

CARTA DEL ABUELO.

Querido amigo:

               Los hijos se han marchado. Solos en esta casa inmensa esperamos ansiosos que suene el teléfono y oír sus voces, o que la perra ladre porque alguno de ellos pudo venir por casa. La perra también les echa de menos y está siempre atenta a cualquier ruido. Conoce el ruido que tiene el motor de sus coches y a veces se equivoca y se pasa un buen rato ladrándole a la puerta a la espera de que alguno la abra para olfatearle los zapatos y saber de sus vidas…  Siempre con prisas, “cargados de trabajo”.
La cisterna gotea. Nadie la arregla. Parece que hace falta oír intermitentemente  al hidro saltar y reponer la pérdida. Si todos tuviéramos un hidro y pudiésemos reponer las pérdidas, nuestras pérdidas, incluso las de alma rasgada, …
            Las luces apagadas para ahorrar energía hacen más negra la oscuridad de nuestras vidas y esta pesada carga  que ahora soy yo para ella, me humilla, pero a pesar de todo le voy ganando al desaliento. Los nietos solamente aparecen en días señalados… ¡Dichosos estudios! .
           Un año más, la sociedad secuestrada por el consumo,  nos maltrata. Nos obliga y nos somete a sus dinámicas. Ahora toca San Valentín. Ya sabes, lo mío es más complejo, pues me siento un estorbo de esta casa vacía…  Pero ¡mierda!, ¿qué importa?, me lleno de energía para pensar un verso, para latir un verso que la haga sentir bonita, tal y como la veo a pesar de los años. Siempre radiante, joven y fresca como en el primer día.

“Salinera, salinera, sonríe y saca la sal,
que el sol desde el cielo mirándote está,
y calienta fuerte con rabia infernal
porque sabe niña que en tu corazón
nunca habrá vacío, lo llenaré yo,
de estrellas, de lunas, de noches de amor.
¡Sonríe, mi niña! , ¡que te quiero ,amor!”

          Ella se alegrará y me dará un beso en la mejilla. Siempre me consuela con sus besos y  sus abrazos. Siempre…

Hoy es un día especial… San Valentín.

Los hijos se han marchado. Perdona que esté triste.
               Un beso.

Autor: Paco Navarro

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